miércoles, 17 de septiembre de 2008

MONTE ALBÁN

El estado de Oaxaca fue territorio propicio para el establecimiento y desarrollo de una de las primeras ciudades ceremoniales más destacadas de Mesoamérica: Monte Albán, fundada aproximadamente en el año 300 a. de N.E. El sitio se ubica a diez kilómetros de la capital del estado, sus edificios se elevan en la cima de una montaña, a casi dos mil metros sobre el nivel del mar. Monte Albán fue una ciudad político-ceremonial cuya ubicación estratégica permitió a los zapotecas dominar el valle y sus inmediaciones: este grupo conquistó extensos territorios que tocan zonas de lo que hoy conocemos como Oaxaca, Puebla, Guerrero, Chiapas y Veracruz. De los lugares conquistados crearon una confederación de pueblos que eran gobernados por una oligarquía sacerdotal y militar.

De acuerdo con los estudios realizados por diversos investigadores sobre el estilo arquitectónico de los edificios, de las tumbas y los trabajos artesanales en cerámica y joyería, se ha determinado que la historia de Monte Albán se divide en cinco épocas desde el 500 a. de N.E. hasta 1521. Las dos culturas prehispánicas más importantes que la habitaron fueron los zapotecas —quienes realizaron la construcción íntegra del sitio— y los mixtecas. Se sabe que en las primeras épocas los zapotecas tuvieron contacto con grupos mayas de Chiapas y Guatemala, así como con la ciudad ceremonial de Teotihuacán donde incluso se formó una colonia zapoteca.

Los zapotecas creían que su dios Coqui Xee —Trece Movimiento— fue quien creó a la pareja de dioses engendradores de la raza humana. Del contacto que mantuvieron con otros grupos indígenas tomaron el culto al murciélago y lo integraron en uno de los cuatro aspectos de Copijcha —dios solar: Pitao Pecelao —Trece Mono— era el aspecto divino relacionado con la muerte y el inframundo, que los zapotecas representaban con la figura del murciélago, el búho o la calavera. Por otra parte, es notoria la influencia de la cultura teotihuacana en la decoración de los edificios, el estilo adoptado para la elaboración de piezas de cerámica y los motivos de las tumbas; de hecho, su arte funerario fue sobresaliente: construían cámaras en los patios cuya antesala era decorada con pinturas murales, mientras que a los muertos se les hacía acompañar —de acuerdo con su jerarquía— por ricas ofrendas.


Más tarde sobrevino la caída de los grandes centros urbanos, surgieron los señoríos y cacicazgos que poblaron las ciudades más pequeñas; fue entonces cuando cesó la construcción de estructuras monumentales. En la última fase, hacia el año 750 los mixtecas invadieron el sitio y dominaron a los zapotecas que quedaban, las dos culturas se fusionaron. Entonces los pobladores se dedicaron a desarrollar actividades como la agricultura y el comercio, utilizaron la escritura y el sistema de numeración zapoteca y destacaron como artistas al realizar hermosos códices, tallas en piedra, madera y el trabajo con metales y piedras. La belleza o el prestigio de los individuos era evidente por las pinturas y tatuajes que lucían en la cara y el cuerpo, así como por la forma que daban a sus dientes. Ambas culturas consideraban animales sagrados a las águilas, los búhos, las tortugas, las guacamayas y los murciélagos. Monte Albán fue escenario de este crisol cultural hasta 1521, poco antes de la llegada de los españoles.

Durante el dominio zapoteca la ciudad era conocida como Dauyacach, que significa “colina de las piedras sagradas”; y mientras que fue ocupada por los mixtecas se le llamó Yucucui que quiere decir “colina verde”. El nombre de Monte Albán lo tomó del apellido del español que después de la conquista se adueñó de aquellas tierras. Monte Albán en su máximo esplendor (entre el 500 y 800 d.C.) ocupaba una superficie de cuarenta kilómetros cuadrados y contaba con un aproximado de ochenta mil habitantes.

Fue en 1931 cuando el arqueólogo mexicano Alfonso Caso inició las excavaciones y la restauración del sitio. El trabajo se dividió en dieciocho etapas y fue concluido en 1953, veintidós años después. Monte Albán es reconocido por la armonía que logran el paisaje y su monumental arquitectura. Destacan la belleza de sus piedras talladas con representaciones de sacerdotes ricamente ataviados —ellos eran los encargados de la religión, la política y la guerra— las urnas de cerámica donde se contenían los restos humanos y que eran pintadas con la figura de un animal sagrado, así como otros motivos religiosos colocados en las casi doscientas tumbas que hasta hoy se han descubierto.

Monte Albán era también una importante necrópolis, donde los trabajos artísticos realizados en cada tumba no tenían otro fin que el de facilitar el camino a la vida que —de acuerdo con su cosmogonía— seguía después de la muerte, para ellos los muertos no habían muerto del todo, vivían de otra manera y en un lugar distinto Yobaá —El país de abajo— una especie de paraíso. Un perro era enterrado con el difunto pues, según sus creencias, el animal encontraría el camino correcto entre los intrincados mundos debajo de la tierra.

La elevada ubicación y el equilibrio arquitectónico del conjunto en general y de las edificaciones en particular, han hecho que Monte Albán sea considerado por los especialistas representante del urbanismo mesoamericano, caracterizado por el dominio de los espacios abiertos y de la utilización de elementos como escalinatas, plataformas y basamentos. Las edificaciones principales de la zona arqueológica son:

Juego de pelota: generalmente se construía dentro de los centros ceremoniales, cerca de los templos más importantes e incluía santuario y altar de sacrificio. En Monte Albán se ubica a la izquierda de la Gran Plaza : su diseño está enmarcado por dos estructuras laterales inclinadas. Una gran escultura de un chapulín —insecto común en la región— está situada en la entrada. El juego de pelota —taladzi en zapoteca— era una actividad sagrada, se practicaba para conocer el designio de los dioses y quien perdía era sacrificado a las deidades: jugar, ganar o perder, era un honor.

Sistema II: la edificación se conforma por dos cuerpos unidos, con una escalinata central, que está bordeada por dos alfardas que culminan en talud. En el área mayor hay un pequeño templo con cinco columnas al frente y otras en la parte posterior. En la base se encuentra la entrada al túnel que se comunica con el Edificio H.

Danzantes: la edificación con paredes en talud, se conforma por tres secciones; una de ellas es una galería decorada con losas talladas en las que se representan danzantes, de allí que la construcción toma ese nombre.

Edificio J o Montículo: está separado de las construcciones centrales y es una de las edificaciones más interesantes del conjunto por su forma que se asemeja a una punta de flecha. La escalinata se ubica hacia el noroeste, mientras que sus paredes están cubiertas con lápidas de piedra tallada e inscripciones. Se cree que funcionó como observatorio astronómico.

Edificios centrales G, H, I: se ubican en el centro de la Gran Plaza. En el extremo norte está el Edificio G, continúa el Edificio H, que es el más grande y tiene una escalinata donde en su base descansaba —sobre un templete— la máscara de jade del dios murciélago: Pitao Pecelao. Allí se encuentra el acceso a las tumbas y al pequeño templo que es resguardado por dos columnas en la entrada.

Palacio: es una estructura con una escalera central cuyas alfardas terminan en talud. En la parte superior hay trece cuartos agrupados alrededor de un patio central. La entrada es un dintel que fue construido recientemente como parte de los trabajos de restauración.

Plataforma sur: es una de las estructuras más grandes del conjunto, cuenta con una escalinata central y, en su parte superior, hay dos montículos desde donde se puede observar el conjunto arquitectónico en su totalidad. En su base, labradas en piedra, están estelas que narran la cronología de las guerras.

Sistema 7 Venado: se localiza doscientos cincuenta metros al norte de la Gran Plaza. Cuenta con cuatro edificaciones que apuntan a los puntos cardinales. Fue llamado así porque en los códices encontrados se habla de un gran héroe y rey llamado Venado Ocho, que llevaba una garra de tigre en una mano y era sostenido por ocho círculos colocados bajo una cabeza de venado.

Tumba número 7: las ofrendas descubiertas por Alfonso Caso en 1932 son exhibidas en el Museo Regional de Oaxaca y son consideradas “tesoro de la nación” pues, además de contener los restos de nueve personajes mixtecos inhumados, se encontraron trescientas treinta y cinco piezas arqueológicas —más de cien son joyas en oro y plata— es hasta la fecha el conjunto más espectacular y rico de orfebrería prehispánica. La tumba con base rectangular contiene en su interior una cámara, así como túneles que conectan con otros edificios.

Todas las estructuras que se encuentran alrededor de la Gran Plaza son distintas unas de otras; quizá es esta heterogeneidad arquitectónica perfectamente armónica, así como su riqueza cultural e histórica, los elementos que han hecho de Monte Albán uno de los tesoros más importantes de México y del mundo. Por ello, en 1987, la UNESCO la decretó patrimonio de la humanidad.

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