lunes, 27 de octubre de 2008

Pan de muerto

Pan de muerto
Panes de muerto de la Mixteca Poblana.

El pan de muerto es un tipo especial de pan que se prepara en México. No es un pan de consumo cotidiano, puesto que está asociado íntimamente a la celebración de la festividad conocida como Día de Muertos, festividad que puede durar desde un día hasta una semana, dependiendo de la región mexicana en cuestión. La difusión del pan de muerto está especialmente concentrada en el centro y sur de la República Mexicana, donde el Día de Muertos es celebrado con mayor intensidad.

Variedades

Existen muchas variedades de pan de muerto, las cuales adquieren características distintivas del lugar donde provengan. El tipo más conocido es el que se produce en el centro de México. Este tipo se prepara con una masa de harina, levadura, mantequilla, azúcar, huevo y leche; misma que se adereza con esencias naturales como la vainilla o naranja. En algunas ocasiones, la masa de pan puede llevar pasas o nueces. Para decorar el pan, se hacen unas tiritas de la misma masa que forma la bola del pan, las cuales son moldeadas con los dedos para adquirir una forma lobulada. Estas tiritas se colocan sobre la bola del pan, cruzando varias en el centro de la misma. En el punto donde se unen, se coloca una pequeña esfera de masa. Se supone que el adorno del pan representa a un muerto. Cuando el pan está cocido, se barniza con mantequilla derretida y se espolvorea con azúcar blanca.

Otros panes toman la misma forma que el descrito antes, aunque las recetas pueden variar. En Tlaxcala, por ejemplo, el pan de muertos se prepara con la misma masa que el llamado pan de Tlaxcala (con alto contenido de huevo y aromatizado con hierbas frescas). En Puebla, el pan de muerto no lleva ningún aromatizante, y va espolvoreado con ajonjolí, y en algunos lugares se le pone esencia de Azahar.

En algunas regiones, el pan de muerto es el mismo que se consume diariamente. Tal es el caso del pan de muerto de Oaxaca, que en realidad es un gran pan de yema al que se le ha incrustado una figura de alfeñique que representa al ánima a quien se dedicó el pan. En la Mixteca Poblana, el pan de muerto se prepara con la misma masa que el bolillo, pero se le da forma humana y es espolvoreado con azúcar blanca si es pan para el altar de los niños, o con azúcar roja, si se destinará al altar de los adultos. En las zonas donde el pan de muerto no se prepara cotidianamente, suele comenzarse a vender a mediados de agosto o principios de septiembre hasta mediados de noviembre.

Día de Muertos: Herencia prehispánica

Día de Muertos:
Herencia prehispánica

Lic. Arturo Rocha Cortés
Director del Boletín Guadalupano

LAS TRADICIONALES FESTIVIDADES del día de muertos, que se celebran en casi la totalidad de nuestro territorio nacional, tienen muy antiguos antecedentes históricos. La mayoría de ellos se remontan a tiempos prehispánicos con los que suelen ser asociados en la conciencia popular.

En efecto. Ya los antiguos nahuas celebraban, en lo que correspondería al mes de agosto de nuestro calendario, especialmente dos fiestas: Miccailhuitontli ("Fiesta de los muertecitos"), el 8 de agosto, y Huey Miccaílhuitl ("Gran Fiesta de los Muertos"), el 28 del mismo mes.

De la primera fiesta, refiere el fraile dominico Fr. Diego de Durán, cronista del s. XVI, que era la "fiesta de niños inocentes muertos... y así lo que en la ceremonia de este día y solemnidad se hacía era ofrecer ofrendas y sacrificios a honra y respeto de estos niños". (Historia Calendario antiguo, cap. III, Noveno mes). Relata también Fr. Diego, que a la fiesta denominaban también "de los muertecitos" (en diminutivo) debido a que era "preparación y aparejo" de la venidera Huey Miccaílhuitl, que celebraban junto con la solemne Xocotl huetzi.

Fiesta de difuntos chica y grande

Ya en tiempos de la Colonia, y desde muy al principio, estas festividades se hicieron coincidir con las fechas del Día de Todos Santos y el Día de Difuntos, quizá para disimular los indios lo que los frailes consideraban idolatrías del tiempo, nada lejano, de su infidelidad. Así, aun bajo la ley evangélica, continuaron celebrándose las fiesta de difuntos "chica" y "grande".

Ofrendas. Componentes prehispánicos

Si examinamos aquello de lo que se componían las ofrendas de los indios en dichas fiestas, veremos que esencialmente es lo mismo de lo que se componen hoy en día. Las crónicas refieren que era usual ofrecer "dinero [o sea cacao]... cera, aves, frutas, semillas en cantidad y cosas de comida" (loc. cit.), todo ello acompañado del imprescindible copalli (resina aromática procedente de ciertos árboles de la familia de las Burseráceas), ·matl (papel producido con la corteza de árboles del género Ficus), y diversos tipos de flores, en haces de tres en tres, entre las que destaca el cempoalxóchitl o "cempaxúchitl" ("veinte flores", en náhuatl, flor sagrada por excelencia, perteneciente a la especie Tagetes erecta L., de la familia de las Asteráceas).En los altares de muertos que se erigían durante la Colonia, y aún en los actuales, la flor de cempoalxóchitl es imprescindible: se creía poseer la virtud de atraer y guiar las ánimas de los difuntos, y en algunos lugares incluso se trazan caminos con sus pétalos hasta las ofrendas.

Por otra parte, el consumo de octli o pulque, normalmente prohibido entre los antiguos nahuas salvo a los muy ancianos en fiestas y días señalados, estaba asociado a la fiesta Huey Miccaílhuitl. Así, el padre Durán describe haber hallado en sacrificios y ofrendas, demás de... comidas y plumas y copalli y otras niñerías y juguetes de huesos y tiestecillos de barro y cuentezuelas... [también] cantarillos muy pequeñitos de pulque juntamente. (Durán, ibid., cap. III, Décimo mes). Como se sabe, actualmente las bebidas embriagantes no faltan en las ofrendas... En algunas poblaciones, se incluyen aún los refrescos y las aguas frescas, si eran de la predilección del muertito.

Mictlantecuhtli. Códice Magliabechiano (CL. XIII.3 [B.R. 232], Biblioteca Nazionale Centrale di Firanze), fol. 88 r.

Huautli y antecedentes del pan de muertos

Otro antecedente que procede de ceremonias prehispánicas consistía en la costumbre de los naturales de elaborar —de semillas de huauhtli (Amaranthus leucocarpus L..), es decir, de "alegría" y otras semilla— bodoques, montículos o bien diosecillos (como el del numen Huitzilopochtli, que solía ser amasado en la fiesta Panquetzaliztli). Muy probablemente esta antigua costumbre haya derivado en el célebre Pan de muertos de los altares coloniales y actuales. Ciertamente los antiguos mexicanos no conocían el trigo, pero con el advenimiento, durante la Colonia, de la harina de este cereal comenzó prontamente a hornearse en todas las cocinas y panaderías el característico alimento, que suplió así a aquellos montículos o diosecitos indianos.

Cráneos y calaveras de azúcar

Las famosas "calaveras de azúcar" no fueron conocidas de los antiguos mexicanos, pues carecÌan de azúcar para hacerlas. De suyo, el antecedente prehisp·nico de las "calaveritas de muertos" podría ser la representación de cráneos presentes en las ténicas de algunos sacerdotes, o bien hallarse en el conocido tzompantli ("hileras de cabezas"): edificio en el que se ensartaban, en varas de madera formando hileras, los cráneos de los sacrificados.

Por otra parte, la imagen del rostro o cara descarnada era símbolo recurrente en la iconografía del panteón prehispánico: e.g. Mictlantecuhtli ("el señor del Mictlan") y su comparte Mictecacíhuatl, aparecen representados en los códices con rostros descarnados o cadavéricos; las cihuateteo (mujeres divinizadas tras su muerte en el parto y que de cuando en cuando bajaban a la tierra) eran también representadas como "calaveras".

Durante la época novohispana, algunos de estos elementos se combinaron con el azúcar para convertirse en el conocido dulce, al que se hizo costumbre "bautizar" con el nombre del difunto.

Otras curiosidades

En diversos lugares de la República Mexicana los componentes prehispánicos se conservan con mayor o menor pureza. Ejemplos Clásicos son Janitzio, en el lago Pátzcuaro, Michoacán y Mixquic, cerca de la ciudad de México. En ciertas partes de fuerte presencia indígena del estado de Michoacán (y aún en otras regiones) es curioso encontrar todavía la arraigada creencia de que a los difuntos sólo se les debe recordar y ofrendar durante cuatro años, siendo que en las antiguas creencias prehispánicas se tenía por cierto que las ánimas de los difuntos sorteaban una serie de obstáculos y atravesaban nueve planos sucesivos del inframundo hasta llegar a Quenonamican, "nuestra región común de perdernos" —en el Chiconauhmictlanó, donde el alma finalmente se "perdía", se desvanecía... Este viaje duraba justamente cuatro años.


Hueymicaíhuitl,
Gran Fiesta de los Muertos


Mario Bustamante Rubio
Diácono Permanente

El nacimiento y la muerte, dos hechos inseparables. Después del nacimiento viene inevitablemente la muerte. Nacemos a su tiempo y morimos a su tiempo.

El mexicano actual oculta el temor y el terror a la muerte a través del humor, la burla, el albur; hasta los refranes populares como el "cobijarse con el petate del muerto" indica que alguien está tan pobre, que sólo tiene eso, el petate en que murió alguien y allí lo velaron.

Pero vayamos a nuestra cultura prehispánica, a nuestras raíces. Por el calendario azteca sabemos que nuestros antepasados llamaban a su décimo mes Hueymicailhuitl (que significa "Gran Fiesta de los Muertos", y a ellos estaba dedicada). En esta solemnidad sacrificaban varios hombres, levantaban el madero Xócotl en el patio del templo, adornado de joyas, plumas, flores y en lo alto aparecía un pájaro hecho de masa, mientras que en el piso lucía la ofrenda con alimentos y vino.[1]

Mictlantecuhtli y el xócotlhuetzi en la fiesta de Huey Miccaílhuitl. Códice borbónico (Codex du Corps Legislatif. Biblothèque de I`Assemblée Nationale de France y 120), p.10

Por otro lado, se celebraba la ceremonia conocida como Moxuchicama, en la que adoraban a un ídolo con collares y guirnaldas de flores amarillas y olorosas conocidas como cempoalxóchitl (Tagetes erecta) que significa “veinte flor" y no “flor de muerto”.

El P. Francisco Javier Clavijero de la Compañía de Jesús, en su obra Historia antigua de México, en el Lib. VI, cap. XL, nos describe los ritos funerales así: “Los mexicanos que en todo fueron supersticiosos, se excedieron en los funerales. Luego que alguno moría se hacía llamar ciertos maestros de ceremonias fúnebres, que por lo común eran hombres ancianos. Estos en entrando en la casa del difunto, cortaban un buen número de papeles y llegándose luego al cadáver le encogían los pies y lo vestían de papel y tomando un pequeño vaso de agua se la derramaban en la cabeza diciéndole: «esta es la que gozaste en la vida»".

Después, lo amortajaban según su condición y recursos y de acuerdo con las circunstancias de su muerte.

Más adelante continúa narrando el jesuita: “Una de las principales y más ridículas ceremonias era la de matar un techichi o perrillo mexicano, que se procuraba fuese de pelo rubio, para que acompañase al difunto en su viaje.

Atábanle un hilo de algodón al cuello diciendo que era necesaria esa diligencia para pasar el río profundo de Chiunahuapan (río de nueve aguas).
Enterraban al techichi o lo quemaban juntamente con el cadáver de su amo, según el género de muerte que éste había tenido”. En las ofrendas actuales, a los difuntos se les ofrece a los niños, galletas, atolito, fruta, dulces, juguetes. A los adultos se les ofrece tamales, mole, pulquito, cerveza o trago, cigarros, tortillas o pan, según el gusto del difunto.
No pueden faltar las ceras, veladoras o lámparas de aceite, se quema copal, se colocan retratos de los ancestros y por supuesto son imprescindibles las flores de cempoalxóchitl.

¡Hombre! Cualquiera que sea tu raza o tu cultura, te invito a reflexionar que la muerte es fuerte porque nos priva del don de la vida, porque tiene poder para desposeernos de los despojos de este cuerpo. Convéncete al mismo tiempo de que el amor es más fuerte que la muerte, porque el amor de Cristo da muerte a la misma muerte.


Notas

[1] Cfr. Fr. Diego de durán, Historia de las Indias de Nueva España e Islas de Tierra Firme, 2 vols., México: Ed. Porrúa, 1967 [Biblioteca Porrúa 36-37], t. I, Libro de los ritos..., cap. XII y Secc. 2a , cap. XIII, pp. 119sq. y 271sq., respectivamente.

2 de Noviembre día de muertos

En todo México el primero y el dos de noviembre asisten a los panteones millones de personas que van a saludar a sus difuntos.

La cultura de un pueblo está basada en sus costumbres y tradiciones, la tradición del día de muertos representa una actitud específicamente mexicana ante la muerte, este día 2 de Noviembre "Día de los Difuntos", es un día consagrado a los muertos queridos.

El día de muertos es una tradición que nos han heredado los antiguos mexicanos, y es eminentemente mexicana.

Es extraña y muy característica, la idea, todavía arraigada entre una gran mayoría de mexicanos, de que en el más allá se da licencia a los difuntos para visitar a sus parientes que se han quedado en la tierra, un huésped ilustre, a quien se ha de festejar y agasajar en la forma más atenta.

Dentro de las costumbres Aztecas, al fallecer una persona, le doblaban las piernas en actitud de sentado, afirmaban brazos y piernas atándolos firmemente, en un lienzo acabado de tejer ponían el cuerpo al cual le ponían en la boca una bella pieza de jade que era el símbolo de su corazón, y tendría que darlo a los dioses en su camino a Mictlán, la residencia de los muertos, enseguida cosían el lienzo con el cadáver dentro y ataban encima un petate.

En una gran plaza alejada de propósito, preparaban una pira funeraria y situaban encima el cadáver rodeado de las cosas que poseyera en vida: su escudo, espada, etc.

La viuda, la hermana o la madre preparaba tortillas, frijoles y bebidas.

Un sacerdote debía comprobar que no le faltara nada y al fin prendían fuego y mientras las llamas ardían, los familiares sentados aguardaban el fin, llorando y entonando tristes canciones.

Las cenizas eran puestas en una urna junto con el jade.

Los Aztecas creían ser inmortales y la muerte no era más que una forma nueva de vida.

En el mundo Azteca del más allá había 13 cielos y 9 infiernos.

Cada uno de los que morían iban a dar según la ocupación que hubiera tenido en vida, todos tenían un más allá de acuerdo con lo que hicieron.

Los no clasificados o que morían de muerte natural, iban a Mictlán y sus almas erraban por altas montañas, sufriendo frío y calor hasta alcanzar la mansión del señor de la muerte.

En el Mictlán había dos dioses de la muerte: el señor Mictlantecuhtli y la señora Mictecacihuatl.

Cuando las almas llegaban al séptimo infierno, como prenda de buena conducta debía dejar la pieza de jade que los vivos habían puesto en su boca.

Al terminar el viaje, quedaban situados en el noveno infierno.

EL ALTAR DE MUERTOS
OFRENDA

En la época precolombina, se conocía el altar de muertos con el nombre de TZOMPAMTLI celebraban este día a la diosa COATLICUE (la madre de los dioses), la diosa que todo lo hace y lo deshace.

Colocaban un altar en forma de pirámide el cual era cubierto con papel teñido de diferentes colores, en la primera parte de este, colocaban una imagen de ella y en el segundo nivel; comida, flores, y velas acompañadas con un inciensiario (copal).

En el tercer nivel; velas y flores en el piso, sé hacia un camino de follaje, el cual se adornaba con flores y velas en las orillas.

Con la llegada de los españoles, llega el cristianismo, esta doctrina señala al individuo como un ser integrado de cuerpo y alma, por lo que los altares u ofrendad sufren alimentos de esta nueva religión cómo: santos, Cristo, cruces y algunas frutas que no existían en América.

Ahora el altar es una combinación de la cultura Mexicana con la europea.

Actualmente los tres niveles del altas representan a las tres divinas personas (padre, Hijo, y Espíritu santo).

La fotografía o nombre que preside el altar es del difunto venerado, las velas significan los siete pecados capitales y las veladoras son para guiar al difunto a su destino.

La flor de cempazuchil es la tradicional flor de muertos, su color es amarillo, denota la fuerza de la luz del sol.

Las naranjas o las frutas con banderas significan la libertad que la muerte da.

En el ultimo nivel es colocado un aguamanil con agua, un pedazo de jabón y toalla, los cuales servirán para que el difunto se lave las manos antes de comer así como un espejo para que se refleje.

También se reflejan platillos y objetos personales que fueron los favoritos del difunto, los cuales, se cree que llevará a su viaje, todo esto es dedicado a él, en un momento de nada, por lo que se coloca una cruz de ceniza en el último nivel.

El color morado se usa en señal de duelo; el camino de follaje es para que el alma del difunto pase por ahí; las velas para que iluminen el lugar; y el copal para alejar a los malos espíritus.

El primero de noviembre se llama día de los angelitos, la creencia es que ese día (día de todos los santos), regresan a las casas donde vivieron las almas de los niños muertos y al día siguiente regresan las almas de los adultos, el tres de noviembre, los familiares se comen toda la comida y cantan el alabado. Se quita el altar.

PARTES QUE DEBE TENER UN ALTAR DE MUERTOS

  • Papel picado de color morado (luto cristiano)
  • Papel picado de color naranja (luto azteca)
  • Flores de cempazuchil (del nahuatl: cempoalxochitl = flor de 20 o más pétalos.
  • Cuatro velas que indican los cuatro puntos cardinales
  • Incienso para alejar a los malos espíritus y para purificar el ambiente.
  • Cruz de ceniza para purificar el espíritu del muerto.
  • Jarra de agua para cuando llegue fatigado del camino.
  • Recipiente para labarese las manos y toalla.
  • Foto del difunto.
  • Comida que le gusta al muerto
  • Pertenencias queridas del muerto.
  • Tequila, agua o la bebida preferida del muerto.
  • Cuatro banderas de papel picado metidas en naranjas
  • Pan de muerto y fruta.
  • Calaveras
  • Un espejo para que se refleje.

En la ceremonia de la ofrenda a los difuntos, en el cementerio de la isla de Janitzio en el lago de Pátzcuaro, del estado de Michoacán, México , la tradición del "Día de Muertos" se ha conservado en todo su vigor.

A las 6 de la tarde del día 1° de Noviembre, de cada año, comienza a oírse el toque de muertos, y con intervalos de medio minuto la campana sigue doblando hasta la madrugada.

Poco antes de la media noche las familias de la isla sales de sus casas rumbo al cementerio de la cercana ciudad de Pátzcuaro las personas se dirigen a la isla en sus canoas que semejan mariposas y que a la luz de miles de velas se antoja como un cuento. Los hombres embozados en sus sarapes, la mujeres ataviadas con sus mejores ropas y joyas más vistosas.

Para iluminar el camino cada grupo prende velas, la isla adquiere un aspecto fantástico, como millares de lucecitas, masas de sombras caminantes y el lento e interminable doblar de las campanas.

Los grupos se dirigen a las tumbas de sus familiares, las adornan con guirnaldas de flores, colocan ahí las bateas (charolas de madera) y los platones cargados de comida y frutas y prenden todas las velas que les sea posible.

A la media noche las mujeres se arrodillan ante las tumbas, los hombre entonan fúnebres alabanzas a los muertos, de cuando en cuando las mujeres desfloran flores de cempazúchitl llevadas especialmente para ese objeto y riegan los pétalos sobre las tumbas. Así transcurren las horas hasta el amanecer.

Junto al cementerio, en el atrio de la parroquia se celebra una ceremonia, en ese lugar se reúnen las familias que no tienen muertos o cuyos deudos tienen más de tres años de enterrados.

No llevan ramos ni flores, solamente velas y sus bateas con ofrendas, así permanecen mudos a lo largo de toda la noche.

Esta costumbre tiene su concepción desde la época prehispánica según la cual el muerto tenía que hacer un largo viaje que duraría tres años para llegar a Mictlán, lugar donde se establecería para siempre, por ese motivo consideran que al llegar el difunto al final de su viaje, ya no necesita que lo velen en el camposanto y solamente rezan por ellos en la iglesia.

Mixquic, D.F., pertenece a la Delegación de Tláhuac, al sureste del Distrito Federal, próximo al límite con el estado de México.

Su cima es templado con lluvias en verano y principios del Otoño, a orillas de una pequeña laguna en las que hay chinampas sembradas con plantas de hortalizas y flores.

Dista 43.5Kms. de la ciudad de México, en el camino que conduce de Xochimilco a Chalco, México.

La fiesta de Difuntos de San Andrés Mixquic, tiene sabor a calavera de azúcar perfumada con flores de cempazuchitl y alumbrada con miles de velas que iluminan las tumbas del campo santo.

Uno de los más grandes hallazgos arqueológicos realizados en Mixquic es la dios Mauxtli, que se encuentra en la iglesia del poblado, esta deidad era representada con cráneos humanos y simbolizaba la muerte.

Varios días antes de la fiesta de muertos, los lugareños comienzan a preparar la ofrenda familiar que consiste en fruta, pan de muerto y diversos platillos como el molde, que son colocados en una mesa decorada con flores de cempazúchitl.

El día 1! De Noviembre cuando llegan a Mixaquic, los muertos de visita, se encienden miles de cirios y veladoras.

Cuentan que las ánimas llegan al pueblo formadas en fila y conforme pasa por las casas, se separan del grupo para entrar a saludar a sus deudos, por eso todas las puertas de las casas se abren desde el mediodía hasta bien entrada la noche.

En esa ocasión los visitantes pueden entrar y salir de las asas en donde se exhiben hermosas ofrendas.

A la mañana siguiente hombre, mujeres y niños llegan al atrio de la iglesia de San Andrés con cubetas y atados de flores, barren y riegan las tumbas de sus familiares y al terminar esperan la llegada del párroco para que imparta la bendición a los presentes y las tumbas.

A las 4 de la tarde del día 2 de Noviembre tañen las campanas y los lugareños se dirigen al camposanto llevando ofrendas nuevamente, y los rezos se repiten como en un murmullo seguido de cantos.

CEMPAZUCHITL FLOR DE LUZ


FLOR DE LUZ

Durante las festividades a los muertos, abunda una flor que seguramente has visto: es redonda, con un olor muy particular y un amarillo muy vivo: el cempazúchil o veinteflores, llamado así por su gran cantidad de pétalos. Debido a su color brillante, entre los pueblos del México prehispánico se le llegó a comparar con la luz y la energía, igualándolo con los mismísimos rayos del sol.
Estos atributos que se han dado al cempasúchil explican que se encuentre adornando tumbas y ofrendas para que los difuntos se lleven consigo un poco de luz que ilumine su oscura morada, o bien para formar caminitos que señalan la entrada a la casa de sus anfitriones; los vivos.

La Flor de Cempazuchitl

La flor de Cempazuchitl o Zenpasuchitl, es conocida tradicionalmente como la flor de muerto, pero técnicamente corresponde con el nombre de caléndula, una maravilla mexicana de bello color amarillo o anaranjado.
La Cempazuchitl florece después de las lluvias por lo que tradicionalmente se ha utilizado para adornar los altares y tumbas en el Día de los Muertos que se conmemora el 2 de noviembre de cada año. Las flores forman parte de las ofrendas que se colocan al pie de las tumbas de los difuntos. Aparte de las flores, las velas, las calaveras de azúcar, los suculentos platillos y las ricas bebidas que se "ofrecen" al difunto, sirven como complemento de esta tradición prehispánica. Una aportación más de México al Mundo.



domingo, 12 de octubre de 2008

HUITZILOPOCHTLI

HUITZILOPOCHTLI
En la mitología y la religión azteca, dios de la guerra y del Sol.

Condujo a los aztecas durante su larga migración desde Aztlán, su mítica tierra natal, hacia el valle de México. Su nombre, del azteca huitzilin, que significa colibrí. Esto simboliza la creencia del pueblo azteca en la cuál los guerreros muertos renacerían como colibríes.

Como dios sol, Huitzilopochtli renacía cada mañana del vientre de Coatlicue. También se creía que requería sangre y corazones humanos para alimentarse. Las víctimas de los sacrificios que se le ofrecían incluían prisioneros de guerra y guerreros que hubieran muerto en batalla; después de su muerte y sacrificio, esos guerreros formaban parte del brillo del Sol hasta que, después de cuatro años, se encarnaban permanentemente en cuerpos de colibríes. Huitzilopochtli era el dios más poderoso, más temido y odiado por los enemigos de los aztecas.

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COATLICUE
coatlicue

Diosa serpiente de la tierra, madre de Huitzilopochtli, de quien quedó embarazada sin pecado, mágicamente, a través de una bola de plumas que cayó sobre ella y quedó prendida a su ropa.

Enfurecidos por un embarazo tan extraño, sus cuatrocientos hijos e hijas quisieron matarla, pero los contuvo el mismo Huitzilopochtli, que salió armado del vientre de su madre.

Las características de esta diosa son:

  • su cara la forman dos serpientes dentadas símbolo de la fertilidad
  • sus pechos son flácidos por alimentar a hombres y dioses
  • su collar incluye manos, corazones y una calavera se alimenta de los mortales, así como la tierra y consume todo lo que muere
  • los dedos de las manos y los pies son garras

Tláloc, Dios de la Lluvia

láloc, Dios de la Lluvia

Tláloc era el dios de la lluvia, dentro de la mitología mexica. De "tlalli", tierra y "octli", vino o licor, significa "vino de la tierra", o sea "la lluvia que la tierra bebe". Según el fraile dominico Diego Durán (1537-1588), Tláloc era el dios de los aguaceros y de los rayos, truenos y relámpagos, así como de todo género de tempestades.

Contamos con varias versiones sobre el origen de Tláloc, una de ellas es que fue creado por Tlatlauqui Tezcatlipoca, Yayauhqui Tezcatlipoca, Quetzalcóatl y Huitzilopochtli, todos hijos de Ometéotl, el creador de todas las cosas.

Tláloc tuvo por compañera a Chalchiutlicue, la diosa de los mares y de los lagos, de los torrentes y de los ríos. El cronista Fernando de Alva Ixtlixóchitl (1568-1648) afirma que Tláloc fue rey de los quinamenti, pueblo de gigantes que habitaron el Valle de Anáhuac, mucho antes que los aztecas, y por cuyos valerosos méritos los hombres lo convirtieron en Dios.

Nuestros antepasados imaginaban al dios de la lluvia habitando en la cima de la montaña de Tláloc, localizada en el pueblo de Huejotizingo, en donde erigieron un templo con su nombre. En el templo había una efigie de Tláloc y cuatro tinajas de barro, llenas de agua de diferentes clases. Sólo una de estas era benéfica para la cosecha, porque de las otras tres, una la pudría, otra la helaba y la tercera la secaba.

La mansión de Tláloc era el Tlalocan; se creía que ahí estaba el paraíso terrenal, lugar de deleite y felicidad, el mismo que Bernardino de Sahagún describe en Historia General de las Cosas de la Nueva España, diciendo: "en aquél lugar siempre es Verano, hay abundancia de verduras; la hierva verde, las flores y frutas olorosas, jamás se secan". En Tlalocan "hay muchos regocijos y refrigerios, sin pena ninguna; nunca jamás faltan las mazorcas de maíz verde y las calabazas y ramitas de bledos, y ají verde y jitomates, y frijoles verdes en vaina y flores". Los seres que iban al paraíso terrenal eran los que morían ahogados o fulminados por un rayo, así como también ahí reposaban los gotosos y los hidrópicos.

Para producir la lluvia, Tláloc era ayudado por los tlaloques. La leyenda de los soles habla de tlaloques azules, blancos, amarillos y rojos. Provenían del Sur, del Oriente, del Poniente y del Norte respectivamente. Vivían en las cimas de las montañas y eran muchos, además de ser pequeños y deformes.

Estos diminutos personajes cargaban un palo y vasijas que llenaban con el agua de las tinajas, dejándola caer en los sitios que Tláloc les indicaba. Inmediatamente, con el palo rompían la vasija; de ahí provenían los truenos y los rayos se producían al momento de caer los trozos de los recipientes rotos.

Para halagar al dios y prever abundante lluvia, en lo alto del volcán Tláloc se reunían príncipes y grandes señores de los pueblos aledaños a la Sierra Nevada. Ya reunidos ofrendaban a Tláloc con niños sacrificados. Sahagún afirma que la fiesta se realizaba en el tercer mes, llamado Tozoztontli. Por su parte, Durán dice que se hacía en el primer día del mes Huey-tozontli. De acuerdo a nuestro calendario, estos días serían el 10 y 30 de abril, respectivamente.

Existen varias esculturas del dios Tláloc, pertenecientes a la época prehispánica. Hasta ahora, la más famosa por su tamaño y peso se encuentra resguardando el acceso al Museo Nacional de Antropología e Historia.

Esta escultura es conocida como el Tláloc de Coatlinchán, porque ahí fue descubierto. Coatlinchán pertenece a Texcoco, municipio del estado de México. El monolito pesa 125 mil kilos; el pintor José María Velasco (1840-1912), así como el profesor de zoología y botánica Jesús Sánchez, fueron los primeros que hablaron de él, identificándolo con la diosa Chalchiutlicue; después de esto, por algún tiempo permaneció semisepultado en la barranca de Santa Clara, y en 1903 Leopoldo Batres lo redescubrió, afirmando que se trababa del dios Tláloc.

El monolito fue trasladado a la ciudad de México el 17 de abril de 1964, fecha que muchos aún recuerdan por la tormenta que cayó conjuntamente a la inundación producida por el rompimiento de la tubería, a causa del peso del monolito que garbosamente transitaba por calles de la capital. Cuenta la crónica que entre broma y serio, un campesino coatlinchense dijo: "ya ven cómo sí es el dios del agua".

Obras Consultadas

-Durán, Diego, Historia de las Indias de Nueva España e islas de la Tierra Firme, edición paleográfica del manuscrito autógrafo de Madrid, con introducción, notas y vocabularios de palabras indígenas y arcaicas por Ángel María Garibay K, 2 v. 2ª ed., México, Editorial Porrúa

-Sahagún, Bernardino de, Historia General de las Cosas de la Nueva España, anotaciones y apéndices de Ángel María Garibay K., 7ª ed., México, Editorial Porrúa, 1989, 1094-24 p.

Autor: Rocío Elena Hamue Medina

Este contenido es propiedad del Sistema Nacional e-México.

¿Cuál es el significado de la pálabra Aztlan?

¿Cuál es el significado de la pálabra Aztlan?

Aztlan es el lugar místico de origen de los Aztecas. En su lengua, el Nahuatl, las raíces de Aztlan son las pabras: aztatl tlan(tli) que significa "garza" y "lugar de" respectivamente. 'Tlantli' propiamente significa "diente", y como una característica de un buen diente es que esta firmemente arraigado en su lugar y no se mueve, el prefijo de esta palabra es comúnmente usado en Nahuatl para denotr asentamientos o nombres de lugares, por ejemplo, Mazatlan (lugar del ciervo), Papalotlan (lugar de las mariposas) o Tepoztlan (lugar del metal). Se dice frecuentemente que la lengua Nahuatl language incluye tres niveles de significado para sus palabras o expresiones: literal, sincrético y connotativo. El significado connotativo de Aztlan, debido al plumaje de las garzas, es "Lugar de la blancura." Las descripciones míticas de Aztlan la ponen como una isla.

Cambie la terminación -tlan por -tecatl para identificar a un residente o persona de el lugar dado. Así, para los ejemplos de arriba tendríamos, la gente de Mazatlan sería Mazatecatl, alguien de Tepoztlan sería un Tepoztecatl y alguien de Aztlan sería un Aztecatl.

En los orígenes míticos de los Aztecas, ellos emergieron originalmente de los intestinos de la Tierra a través de siete cuevas (Chicomostoc) y se establecieron en Aztlan, desde donde subsecuentemente emprendieron su migración hacia el sur en búsqueda de una señal que les indicaría que se establacieran otra vez. Este mito coincide toscamente con la historia que se conoce de los Aztecas como una horda de bárbaros que migraban de lo que actualmente es el noroeste de México hacia la meseta central hacia el final del primer milenio DC, cuando civilizaciones de gran antigüedad estaban ya bien establecidas en la región. Es sabido que los Aztecas tenian un sector ("barrio") en la ciudad Tolteca de Tollan, y la influencia cultural de los Toltecas en la agitada época de los Aztecas fué subsecuentemente muy marcada. En el punto de vista de algunos eruditos (por ejemplo Nigel Davies), todo el desarrollo cultural de los Aztecas fué un esfuerzo por recrear la grandeza que conocieron en Tollan.

La localización exacta de Aztlan es desconocida, debería haber estado localizada cerca de los estuarios o en la costa noroeste de México, aunque algunos arqueólogos han ido demasiado lejos para localizar el actual pueblo de San Felipe Aztlan, Nayarit, como el lugar exacto.

En el folklore chicano, Aztlan es frecuentemente usado para nombrar esa porción de México que fué gobernada por los Estado Unidos después de la guerra México-Americana de 1846, en la creencia de que esta gran área representa el punto de partida de la migración de los Aztecas. En un amplia interpretanción, hay algo de verdad en esto en el sentido de que todos los grupos que se comvertirían en la gente de el centro de México que habla Nahuatl pasó por esta región en una época prehistorica, como esta atestigüado por la existencia de grupos de gente lingüísticamente relacionados a través de la región montañosa del pacífico de los Estados Unidos, el suroeste de Estados Unidos y el norte de México, conocido como el grupo Uto-Aztecan-Tanoan, e incluyendo gente como los Paiute, Shoshoni, Hopi, Pima, Yaqui, Tepehuan, Rarámuri (Tarahumara), Kiowas y Mayas.