martes, 30 de septiembre de 2008

Mitla y Montealbán

Mitla y Montealbán

Montealban

Mitla y Monte Albán, lugar que habitaron los mixtecas y zapotecas, se hacían llamar a si mismo BENSA-A, habitantes de las nubes, misterioso nombre que nos lleva a la reflexión de lo que estos extraordinarios pueblos nos legaron y que como testimonio de sus conocimientos están aún en pie a través de los cientos de años, las construcciones que han resistido a esta zona sísmica del Valle de Oaxaca, parecería que poseyeron conocimientos que les permitieron trascender el paso de los años y desafiar las fuerzas de la naturaleza para estar todavía hoy dándonos sus conocimientos trascendentales en silencio con sus estelas y pirámides.

Tales portentos científicos arquitectónicos solo los podemos encontrar en los conocimientos de la Cuarta Raza Raíz “La Lemuria”, quienes tuvieron que vivir en una época de incesantes terremotos, seguramente y de alguna forma los Zapotecas y Mixtecas fueron herederos de conocimientos similares, pues el paso del tiempo, y los terremotos que a lo largo del tiempo han ocurrido, han desvastado las construcciones modernas, pero aún sigue ahí en pie, las construcciones milenarias.

Mitla y Montealbán majestuosas metrópolis revelan al buscador de la sabiduría los arcanos o secretos de la Auto realización íntima del Ser, pues sus constructores supieron acercarse a si mismos, conocieron a fondo sus procesos psicológicos, emocionales, intelectuales, y supieron plasmar con maestría uniendo los científico a lo místico tales procesos en piedra, para dejarnos un legado a la posteridad y para que quien buscara en forma sincera encontrara estas enseñanzas.


Montealban

Se traduce Montealbán como Cerro Blanco, aunque algunas autoridades en la materia piensan que debió llamarse el cerro del Jaguar, animal representativo de la Sabiduría del Ser, del Fohat o fuego trascendente y sagrado que habremos de despertar en el interior de si mismos, si es que pretendemos de alguna forma cumplir con el propósito divino.

La construcción fue realizada encima de un cerro, para tal efecto fue necesario hacer toda una obra equiparada a lo que podría hacerse con la más moderna ingeniería, pues tuvieron que ser desplazados grandes volúmenes de rocas y tierra, definitivamente que fue un motivo muy poderoso el que haya inducido a los antiguos zapotecas al colocar este lugar sagrado en una zona tan inaccesible.

Cada lugar tiene generalmente una enseñanza primordial, un conocimiento para el alma, para la conciencia, para que impacte lo profundo de nuestro ser, el pueblo de las Nubes, “Bensa-a”, la ciudad sagrada realizado en lo alto de un cerro, entre las nubes, a unos 2164 metro sobre el nivel del Mar, Sus deidades principales relacionadas con el Agua de Vida, nos muestran a las claras que Montealbán fue edificada para indicar el proceso de la creación misma de Universo, que como es sabido, es la misma que debe efectuarse en el interior de uno mismo para convertirse de un simple animal intelectual en un verdadero Hombre (en la palabra hombre se refiere tanto el varón como a la mujer).

Zona Arqueológica de Mitla

Mitla


Mitla (Lugar de Muertos)

Mitla (Lugar de Muertos)

Descripción

Principal centro ceremonial después de Monte Albán, la palabra Mitla o Mictlán es de origen náhuatl y significa "Lugar de los Muertos" o "Inframundo" en zapoteco se llama "Lyobaa" que significa "Lugar de entierros", el cual ya en mexica quedó en Mitlan, "lugar de muertos" y ya españolizado sólo Mitla.

El conjunto arqueológico y el pueblo actual son zapotecos, Mitla fue habitada desde la época clásica (100 a 650 d. C.) alcanzando su máximo crecimiento y apogeo en el período post clásico (750 a 1521 d. C.).

El mayor atractivo de la zona arqueológica de Mitla es sin duda, la variada ornamentación de sus edificios, lograda mediante el sistema de grecas que la distingue de las del resto del país.

Se aprecian cinco grupos de construcciones conocidos como: Grupo del Sur, Grupo del Adobe, Grupo del Arroyo, Grupo de las Columnas y Grupo de la Iglesia. Los dos primeros están clasificados como conjuntos ceremoniales, integrados por montículos y plazas centrales, los otros tres se catalogan como palacios organizados con habitaciones alrededor de patios cuadrangulares.

De los cinco los mejores conservados son el grupo de las columnas y el grupo de la Iglesia.

Grupo de las columnas: se caracteriza por el uso de columnas monolíticas de donde se deriva su nombre.

El gran Salón de las Columnas es de planta rectangular. Por este salón se penetra al palacio principal a través de una estrecha puerta. Al salir del pasadizo nos encontramos en el patio de las grecas, desde donde tendremos acceso a cada uno de los cuatro salones, decorados por tres tableros con mosaicos de grecas de piedra labrada que forman diferentes dibujos geométricos en cada banda; las grecas están formadas por miles de tabletas de piedra pulida, engarzadas entre sí sin ninguna mezcla.

En los edificios norte y oriente se encuentran las más bellas tumbas, donde eran enterrados los sacerdotes y los reyes zapotecas; en el primero, frente a la escalera, está la entrada de una tumba cruciforme, con antecámara; el techo tiene grandes dinteles de piedra monolítica y los muros están decorados con tableros y mosaicos de grecas; el del oriente se caracteriza por una columna de piedra monolítica que sostiene el techo.


Localización
San Pablo Villa de Mitla: Se ubica al este de Ciudad de Oaxaca, a 44 kilómetros (27 millas) por la Carretera Federal 190 rumbo al Istmo con desviación a la izquierda en el kilómetro 39, aproximadamente, hasta llegar a la población. Tiempo aproximado: [0:50].


fuente http://www.oaxaca-mio.com/atrac_turisticos/mitla.htm

Zapotecos

Zapotecos

Cuaderno de Trabajo

Monte AlbánDesde épocas muy remotas, hacia el año 800 a.C., durante el horizonte Preclásico, los zapotecos se establecieron en los valles centrales del actual estado de Oaxaca. Así, mientras Teotihuacan florecía en el centro de México y las ciudades mayas en el sureste, Monte Albán, centro ceremonial construido en lo alto de un cerro, era la ciudad más importante de la región oaxaqueña.

Los zapotecas desarrollaron una agricultura muy variada que a principios del periodo Clásico daba sustento a numerosas aldeas. Para tener buenas cosechas rendían culto al sol, la lluvia, la tierra y el maíz.

Las mujeres y hombres del pueblo, que vivían en las aldeas, estaban obligados a entregar como tributo: maíz, guajolotes, miel y frijol. Además de agricultores los zapotecos destacaron como tejedores y alfareros. Son famosas las urnas funerarias zapotecas que eran vasijas de barro que se colocaban en las tumbas.

Los zapotecos alcanzaron un elevado nivel cultural y fueron, junto con los mayas, el único pueblo de la época que desarrolló un sistema completo de escritura. Por medio de glifos y otros símbolos grabados en piedra o pintados en los edificios y tumbas, combinan la representación de ideas y sonidos.

Actualmente, los zapotecos conforman un importante grupo indígena. Viven principalmente en el estado de Oaxaca, aún cuando hay pequeños grupos en Veracruz, Guerrero y Chiapas. La región zapoteca se encuentra en la sierra, en los valles centrales y en el istmo. Desde un punto de visto lingüístico, el zapoteco forma parte de la familia oaxaqueña y se encuentra entre las lenguas indígenas con mayor número de hablantes en nuestro país.

Las grandes ciudades que construyeron los pueblos agrícolas de Mesoamérica, crecieron y estuvieron habitadas durante varios siglos. Sin embargo, entre los años 700 y 800 d.C., casi todas ellas fueron abandonadas. Primero, en Teotihuacan, después en la zona maya y luego en Monte Albán. A pesar de eso, florecieron nuevos centros ceremoniales como Cacaxtla y El Tajín. Durante este periodo también subsistieron señoríos avanzados en el Altiplano, como los de Cholula y Xochicalco; y en los estados de Guerrero, Michoacán, Colima, Jalisco, Nayarit, Sinaloa, Guanajuato, Aguascalientes y Querétaro, se desarrollaron las culturas de Occidente.

Monte Albán dominó los valles hasta fines del periodo Clásico y, al igual que otras ciudades mesoamericanas, entre los años 700 y 800 d.C. terminó su esplendor; pese a ello, la cultura zapoteca continuó en los valles de Oaxaca.


fuente

http://redescolar.ilce.edu.mx/redescolar/act_permanentes/viajeros/mesoamerica/culturazapoteca.html

domingo, 28 de septiembre de 2008

Cholula

Cholula

El vestigio arqueológico de Cholula es sin duda uno de lo más importantes de México y aunque los recintos religiosas coloniales de esta identidad llaman mucho la atención debido a su belleza, el influjo de su pirámide es a todas luces mayor, ya que se trata de uno de los monumentos más grandes de la humanidad.

Este vestigio arqueológico se encuentra conformado por varias pirámides que fueron encimadas una tras otras durante seis siglos en un basamento de 450 metros de lado con una altura de 65; dos veces mayor que la pirámide del Sol en Teotihuacan, y cuatro veces más grande en volumen que la de Keops, en Egipto.

Según la historia y los estudios fue edificada en honor dios de la lluvia denominada Chiconahui Quiáhuitl y se dice que cuando Cortés llegó a Cholula este vestigio ya estaba oculto.

Era usual que cada nueva generación, tal vez marcada por el inicio de un ciclo escolar, se hiciera una nueva pirámide sobre la anterior, cubriéndose ésta con adobe.

Aunque los españoles se percataron tiempo después de lo que había en las entrañas de aquel montículo, el objetivo de acabar con una obra de siglos se reveló superior a sus fuerzas, por lo que decidieron edificar encima de la pirámide una iglesia, que en 1594 ya estaba dedicada a la virgen de Los Remedios.

En 1931 la pirámide comenzó a explorarse y después de 25 años se perforaron ocho kilómetros de túneles, lo que facilitó el descubrimiento de siete más superpuestas.

En la segunda se halló el mural de las mariposas y en un edificio anexo se encontró el mural de los Bebedores, con más cien figuras antropomorfas que escenifican una ceremonia en honor a Octli, el dios de pulque.

Domicilio: 2 Norte No. 1 Cholula, Pue.
Horario: de Lunes a domingo de 9:00 a 18:00 horas

Tumba en Ixcaquixtla

Develan pinturas murales de extraordinaria factura

Concluyó el rescate de la Tumba 1 en Ixcaquixtla

ARTURO GARCIA HERNANDEZ

Foto

Pintura mural en la pared este de la cámara uno de la Tumba 1 de San Juan Ixcaquixtla, Puebla FOTO Cuauhtémoc Rodríguez Horta /CNCPC-INAH. Cortesía de la revista Arqueología Mexicana

A finales del año pasado concluyeron los trabajos de rescate de la Tumba 1 en San Juan Ixcaquixtla, en la mixteca poblana, y quedó completamente al descubierto un grupo de pinturas murales de extraordinaria factura, las primeras de ese tipo que se localizan en la zona.

Aunque el sitio arqueológico es extenso y rico en vestigios, la mayor parte ha sucumbido bajo la mancha urbana de San Juan Ixcaquixtla. La Tumba 1 -conformada por tres cámaras mortuorias- es de las pocas que se han localizado sin que hayan sido saqueadas por completo.

El descubrimiento se dio de manera fortuita en una casa particular en San Juan, en abril de 2004. Los propietarios iban a realizar algunas obras. Al entrar en el patio un camión de materiales para construir, cargado de piedras, el piso cedió en la parte que correspondía al techo de una de las cámaras.

Afortunadamente -cuenta el arqueólogo Juan Cervantes, encargado del salvamento- los dueños dieron aviso al Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH); "fue cuando intervinimos".

Las primeras estimaciones señalan que la Tumba 1 "tiene al menos mil 400 años de antigüedad". Es decir, pertenece a lo que los especialistas llaman el clásico tardío (600-900 dC).

El hallazgo es importante desde diferentes puntos de vista. De acuerdo con Juan Cervantes, permitirá entre otras cosas una investigación más precisa de la cultura popoloca, que es la que habitó en la región. Específicamente, los estudios de iconografía e interpretación de las pinturas, encontradas en un aceptable estado de conservación, ofrecerán información valiosa para ampliar el conocimiento "sobre las costumbres funerarias de los popolocas del periodo clásico".

La zona fue importante en ese periodo porque ahí se producía la alfarería conocida con el nombre de anaranjado delgado, "que fue muy apreciada y abundante en Teotihuacán, pero que no se hacía ahí sino en esta parte de Puebla. De aquí se llevaba a Teotihuacán y de ahí se distribuía a otras zonas de Mesoamérica".

La Tumba 1 consta de tres cámaras mortuorias: dos menores y una un poco mayor (de unos 3.5 metros cuadrados). A la entrada de ésta y en el interior se localizan las pinturas murales, que en total suman alrededor de cinco metros cuadrados.

Fueron hechas sobre una base de estuco, y los colores dominantes son amarillo, rojo y verde. "Hay diferentes combinaciones; el rojo tiene diferentes tonalidades; hay un rojo más claro y otro más oscuro".

Durante más de mil años permanecieron ocultas, a temperatura constante, lo que explica su buen estado de conservación.

A la entrada de la tumba -describe Juan Cervantes- "tenemos un conjunto de diseños geométricos: espirales, volutas, grecas; a uno de los lados hay un felino amarillo que puede ser un puma porque no tiene manchas; está mirando hacia la entrada de la cámara; la pintura que había del otro lado de la entrada se ha perdido, no sabemos qué había ahí".

Dentro, en los muros laterales de la cámara, "hay varios personajes sentados, ataviados con mantas decoradas con líneas; tienen tocados y collares. Todos tienen en las manos una especie de yelmos; uno representa un ave, otro un cráneo humano.

"Uno de los personajes tiene un caracol en las manos y otro tiene la cabeza rapada, un tocado cónico, nariguera, orejeras, un vestido de plumas verdes y un collar muy grande."

Foto

Muros norte y sur de la camara uno de la Tumba 1 de San Juan Ixcaquixtla, Puebla FOTOS Cuauhtémoc Rodr&iacue;guez Horta /CNCPC-INAH. Corteía de la revista Arqueología Mexicana

En el muro del fondo, al centro, está representada un mujer de frente, sobre una plataforma horizontal y con los brazos abiertos. En su número 75 (septiembre-octubre 2005) la revista Arqueología Mexicana reproduce la figura y la describe con detalle: "Lleva manto, falda de plumas verdes y un paño blanco que cuelga de su cintura y se extiende hasta la parte baja de la plataforma. Porta un par de brazaletes, un pectoral del que penden grandes objetos circulares y amarillos y un tocado formado por un elemento triangular con plumas a los costadosy largas plumas de quetzal en la base. Lleva orejeras y nariguera verdes y los labios pintados de negro".

Probablemente -dice Juan Cervantes- a este personaje pertenecía el entierro. Al centro de la cámara se encuentra una loza de piedra, "y al principio pensamos que debajo de la loza había un depósito funerario, pero revisamos y no se encontró nada. Entonces pensamos que el depósito funerario se encontraba encima de la loza de piedra".

Quienes encontraron la tumba hallaron varios objetos de cerámica encima de la lápida, pero los extrajeron para evitar que fueran robados y los entregaron a los investigadores del INAH: "Probablemente la persona enterrada haya estado encima de la loza y haya tenido una ofrenda de vasijas".

En la cámara cuyo techo se derrumbó bajo el peso del camión de materiales se encontró un esqueleto con una ofrenda con 56 objetos de cerámica: vasijas, platos, ollas; en la otra cámara encontramos un entierro secundario; le llamamos así porque al parecer fueron sacados de su lugar original y depositados ahí sin orden".

En el trabajo de salvamento y conservación participó un equipo integrado por especialistas pertenecientes distintas áreas del INAH: la Dirección de Salvamento Arqueológico (Juan Cervantes), la Coordinación Nacional de Conservación del Patrimonio Cultural (Diana Molatore Salviejo), la Dirección de Restauración de Pintura Mural en Zonas Arqueológicas (Iván Rivera Guzmán) y el Centro INAH-Puebla (Arnulfo Allende Carrera).

Ahora lo que sigue en el terreno arqueológico -informa Juan Cervantes- es una fase de análisis de laboratorio. "Esto probablemente nos llevará este año". De parte de los especialistas en conservación y restauración se están llevando a cabo estudios de pigmentos de las pinturas.

Juan Cervantes reconoce en la entrevista la importancia que, en esta nueva etapa de trabajos, tuvo la colaboración de las autoridades municipales y de los pobladores de San Juan Ixcaquixtla: "Desde el principio se mostraron muy interesados y dieron todas las facilidades; y la gente constantemente nos pide que demos pláticas e informemos sobre los hallazgos".

Cervantes señala que en la zona de San Juan Ixcaquixtla se han llevado a cabo relativamente pocos trabajos arqueológicos. En los años cincuenta del siglo pasado la investigadora Carmen Cook de Leonard estuvo trabajando en la zona, muy interesada en la cultura popoloca; a finales de los años ochenta, el Instituto de Investigaciones Antropológicas de la UNAM realizó otros trabajos, encabezados por Evelyn Rattray, quien -de acuerdo con Cervantes- hizo todo el registro de los sitios arqueológicos en la zona.

Actualmente "falta realizar trabajo a largo plazo y no solamente en Ixcaquixtla, sino en los alrededores porque hay muchos sitios arqueológicos sin explorar".

miércoles, 17 de septiembre de 2008

Teotihuacan

La Pirámide del Sol vista desde La Ciudadela.

La Pirámide del Sol es la edificación más monumental en Teotihuacan. Al visitante se le permite subir hasta su cima y este peregrinaje se vuelve la mayor atracción. Algunos dicen que tiene unos 248 escalones, otros elevan la suma a 260, la verdad es que nosotros perdimos la cuenta en la primera escalinata.


Subiendo la Pirámide del Sol.

A nosotros no nos fue tan difícil subirla y eso que no somos atletas. Le han puesto unos pasamanos que ayudan a no perder el equilibrio. Tampoco la subimos completa de una vez. En el diseño hay descansos entre cada escalinata. En cada uno de estos descansos esperamos a que el organismo retornara a su normalidad. Y la altura de 63 metros no nos causó ningún mal. El altiplano donde está Teotihuacan se encuentra a una elevación de unos 2300 metros y como ya habíamos sobrevivido esto, la pirámide no hizo mucha diferencia.


Admirando la inolvidable vista.

El regreso no fue tan terrible tampoco. Como dicen, “en la bajada todos los santos ayudan”, y es verdad. Lo único que sí nos fijamos mucho en el próximo escalón, y sólo en ese escalón. Vimos mucha gente sentada en las escaleras admirando el panorama, al menos eso es lo que querían hacer lucir, pero parece que miraron más allá del próximo escalón cuando estaban bajando.


Desde la Pirámide del Sol.

Nos dijeron que en la cima había un templo y una estatua de un ídolo de grandes proporciones. Ya sólo hay una pequeña montañita con una plataforma cuadrada sobre ella. También nos dijeron que en el centro de tal plataforma hay una marca que cuando uno se para allí puede pedir un deseo. No pudimos hacerlo porque había un hombre acostado sobre lo que nos imaginamos que era la marca y no indicaba intenciones de moverse. Sin embargo lo que íbamos a pedir se nos concedió de todas formas, que era llegar de vuelta al suelo en un pedazo.


Cuando le mencionamos lo del hombre a nuestro guía, quien nos dijo lo del deseo y prefirió dejar pasar la oportunidad de poder pedir libremente antes de tener que subir la pirámide, nos dijo que tal señor estaba recibiendo energías cósmicas. Bueno, no sabemos. Otro detalle que presenciamos fue que vimos muchos padres llevando niños de brazos hasta la cúspide, lo cual no tiene sentido, excepto que van a presentar al menor al cosmos. Si nos llevamos por la fe que vimos, la Pirámide del Sol se merece el respeto de un templo sagrado.


En la cima de la Pirámide del Sol.

También nos dijeron que es muy posible que cuando esta ciudad era habitada por su población nativa la Pirámide del Sol estuviera cubierta de estuco, cada una de las cuatro caras pintada de diferente color. Y como en realidad el nombre de Pirámide del Sol fue dado cuando ya se encontraba en ruinas, ha surgido la teoría que no era al sol sino a los seis puntos cardinales a quien se le edificó este templo. A la tierra, los cuatro de la brújula y el sexto en el cosmos.


¡Tequila!

La Pirámide del Sol es la más grande del mundo que se ha logrado restaurar, en su base mide 222 por 225 metros, en su tiempo de esplendor fue la tercera más grande que se conozca. La Gran Pirámide de Cheops cerca de Cairo, Egipto, es la segunda más grande, con una base similar a la Pirámide del Sol y doble la altura. Ya que estamos comparando, el primer lugar le corresponde a la Gran Pirámide de Cholula, también en México cerca de Puebla y que en este viaje nos volvió a eludir, pero ya la tenemos en la mirilla y el próximo viaje trataremos de empezar por allí.


La Pirámide del Sol vista desde La Pirámide de la Luna.

Hay quienes estiman que la Pirámide del Sol se terminó de construir 200 años después de Cristo, sobre cavernas sagradas. En los últimos años se han encontrado túneles dentro de la pirámide que conducen a cámaras, saqueadas desde tiempos precolombinos, pero aun no sabemos mucho del significado de esto

LOS MAYAS

La civilización maya —la más avanzada de las grandes culturas de toda América Central— produjo una arquitectura espectacular. Decenas de ciudades, centenares de monumentos, salpican la gran selva tropical de Guatemala, Honduras, Belice y México, así como la floresta de Yucatán.
En Quintana Roo, Campeche y Chiapas, en Petén y en las tierras altas de la sierra volcánica guatemalteca, las tribus de los mayas crearon entre el comienzo de nuestra era y el siglo XII un número considerable de impresionantes monumentos. Este legado, que equipos de arqueólogos nativos y eruditos enviados por las grandes universidades americanas o europeas se dedican a estudiar, restaurar y excavar, constituye uno de los principales testimonios del extraordinario dinamismo de las sociedades amerindias. Estas creaciones demuestran el sentido artístico que floreció en el Nuevo Mundo, en una época en la que Europa conoció el apogeo romano, las grandes invasiones y los comienzos de la Edad Media.
Pero el carácter excepcional del arte y de la arquitectura precolombina radica en un hecho paradójico que desconcierta al historiador y al antropólogo: estas obras surgieron en sociedades que no tenían ningún contacto con el Mundo Antiguo. En vísperas de la Conquista española, los pueblos de América Central no estaban influenciados ni por las civilizaciones occidentales ni por las de Extremo Oriente. Entre los habitantes de Europa y Asia, por un lado, y las sociedades amerindias, por el otro, las relaciones ya se habían cortado antes del neolítico.
El asentamiento del hombre en el continente americano es relativamente reciente: llegó al Nuevo Mundo en las postrimerías del paleolítico. Entre 70.000 y 10.000 años antes de nuestra era, unas tribus de cazadores siberianos, que vivían aún en estado nómada, penetraron en sucesivas oleadas en Alaska durante la última glaciación, la wurmiense o, como dicen los americanos, de Wisconsin.
Gracias al descenso del nivel de los océanos por la acumulación de hielos en las regiones árticas y antárticas del globo, los recién llegados —cazadores-recolectores— cruzaron por tierra el paso que entonces existía entre Asia y América. Este puente natural ocupaba la zona situada entre el actual estrecho de Bering y el archipiélago de las Aleutianas. A lo largo de los siglos —o, mejor dicho, de los milenios— sus tribus errantes, en busca de caza, recorrieron todo el continente americano, de norte a sur. Varios milenios antes de nuestra era alcanzaron América Central, la cuenca del Amazonas y los Andes, hasta la Tierra de Fuego.
Sin embargo, aproximadamente hacia el año 10.000 a.C., las relaciones entre el continente asiático y América cesaron, debido al recalentamiento general del clima: el nivel de los océanos se elevó y el puente terrestre volvió a sumergirse. Por lo tanto, este pueblo de cazadores, que sólo disponía de piedra tallada, abandonó el Viejo Mundo incluso antes de que se produjera la gran revolución neolítica, en la que se inició la domesticación de los animales y la agricultura, que fue acompañada por el sedentarismo y el invento de técnicas revolucionarias, como el tejido, la cerámica y, a continuación, la metalurgia y la escritura.
Los amerindios tuvieron, pues, que recorrer solos su propio camino hacia el desarrollo. Tuvieron que forjar por sus propios medios un patrimonio cultural. Descubrieron por sí mismos todo su saber y se pusieron a la altura de las grandes culturas agrícolas con unas experiencias absolutamente originales.

Esta originalidad de los progresos hechos por los pueblos precolombinos en su evolución hacia la adquisición de las técnicas neolíticas es lo que constituye la diferencia entre el Viejo y el Nuevo Mundo, y explica tanto las lagunas que se constatan entre las culturas nativas de América como los sorprendentes avances que caracterizan algunas de sus civilizaciones.
Así, por ejemplo, las plantas que cultivaban no tienen nada que ver con las del Viejo Mundo: las sociedades amerindias no conocían el trigo, el centeno y la avena, que son los fundamentos de la alimentación en Occidente, y tampoco el arroz, sobre el que Asia ha basado su alimentación. En América, por el contrario, se desarrolla pronto el cultivo del maíz (atestiguado hacia el 5.000 a.C. en la región andina y hacia el 3.000 en México). El maíz, junto con la judía negra, el tomate, la calabaza y el pimiento, constituye la base de la alimentación de los mayas y de otros pueblos de América Central. Este menú lo completan muchos frutos, como la papaya, el aguacate, la guayaba, el cacao, y finalmente la piña. También se empezó muy pronto a cultivar tabaco. La agricultura proporciona asimismo el algodón y la fibra de magüey. La corteza del amate permite elaborar una especie de papel para los códices. Finalmente, la selva tropical ofrece innumerables plantas medicinales, de las que los precolombinos supieron sacar un admirable partido.
Por el contrario, el americano desconoce animales domésticos como la cabra, la oveja, el caballo y los bóvidos. No tiene rebaños. Excepto el perro, el pavo y la abeja, quizá el pato, no hay ganado en América Central (al contrario que en los altiplanos andinos, donde se conocen la llama y la alpaca, además de la cobaya).
Estas diferencias culturales existen también en el plano tecnológico: los precolombinos no conocen el arado (sus aperos agrícolas se limitaban a un simple bastón), no tienen ni la rueda (que sólo aparece en algunos juguetes «mexicanos»), ni el torno (sólo conocen la cerámica hecha con molde).
Todas estas lagunas demuestran que no había contacto entre ambas orillas del Pacífico, y que América se desarrolló como una isla, excepto algunos contactos ocasionales y fortuitos anteriores al encuentro entre dos mundos de 1492 y a la irrupción española en tierra firme en el siglo XVI. Desde el final del paleolítico hasta la caída de los aztecas ante Cortés, no hubo intercambios entre el Viejo y el Nuevo Mundo: América no importó ni plantas comestibles ni animales domésticos, no hubo aportaciones técnicas, ni intercambios religiosos o culturales. Tan sólo algunas naves vikingas pudieron haberse aventurado hacia el año 1000 hasta Nueva Inglaterra. Pero sus incursiones no tuvieron ningún efecto duradero.
Los precolombinos no estaban, ni mucho menos, atrasados: algunos pueblos del Nuevo Mundo disponían no solamente de una escritura original, consignada por medio de complicados glifos, sino que además habían conseguido sorprendentes avances en el campo de las matemáticas y en el desarrollo del calendario. Así, por ejemplo, los mayas utilizaron desde comienzos del periodo clásico un sistema aritmético de carácter vigesimal y de posiciones, por lo que poseía un signo equivalente a nuestro cero.
Estas herramientas intelectuales encontraron una aplicación concreta en el cálculo y en la cronología: la complejidad de los ciclos y de las formas de calcular las fechas les obligaron a recurrir a una cantidad de números que los griegos y los romanos hubieran sido incapaces de expresar con los métodos que utilizaban para consignar datos aritméticos. Este cálculo del tiempo, basado al parecer en una astronomía que afinaba sus observaciones mediante cálculos incansablemente repetidos, recurría verdaderos promedios matemáticos que se extendían a lo largo de siglos. Utilizando una especie de cálculo estadístico, los sacerdotes mayas obtenían resultados de una precisión desconcertante —con un margen de error de un minuto, o de algunos segundos— a la hora de calcular las revoluciones astrales. Semejantes proezas, en una civilización que ignoraba los relojes y todo instrumento para medir la hora, no pueden dejar de suscitar nuestra admiración.

Además de las pirámides y los palacios, uno de los elementos arquitectónicos característicos de los centros urbanos de Mesoamérica es el juego de pelota, que solían practicar los pueblos precolombinos de todas las regiones comprendidas entre las selvas de Petén y los altiplanos mexicanos. Su presencia queda ya atestiguada entre los olmecas, en La Venta, hacia el 1000 antes de nuestra era. Lugar de enfrentamiento entre dos equipos, el juego obedece a unas reglas muy complejas. Se practica con un gran «balón» de caucho relleno, que pesa entre uno y tres kilos. Consiste en lanzar la pelota con el torso y la cintura sin la ayuda de brazos y piernas. El cuerpo de los jugadores está protegido por un cinturón —fuerte y ancho— hecho de tela, madera y relleno de algodón. La pelota tiene que alcanzar unos «blancos» representados por postes o argollas enclavadas en los muros laterales del recinto. El partido termina a veces con la ejecución del vencido, mediante un ritual ligado al calendario y a los ciclos astrales.
Desde el punto de vista arquitectónico, el campo para el juego de pelota se presenta como un espacio abierto, limitado lateralmente por dos terraplenes paralelos, más o menos inclinados, y por unos muros que rodean la zona de enfrentamiento. En los dos extremos, unos espacios más anchos destinados a los equipos conforman, junto con la parte central, una planta en forma de «H» aplastada.
El juego de pelota representa, dentro del urbanismo de las ciudades mayas, un elemento importante, que supera el aspecto meramente lúdico para adquirir un carácter religioso, inscribiéndose dentro del ritual de los sacrificios. Por este motivo la importancia de este espacio colectivo no debe ser infravalorada.
Existen, claro está, otros tipos de edificios mayas: observatorios, baños de vapor, aras para los sacrificios, etc., que completaban el escenario urbano. En las plazas, se erigen unas estelas que tienen la misma función que los altares al aire libre. Además, aunque no tenían carruajes —ignoraban el uso de la rueda— ni animales de carga, los mayas unieron sus ciudades por medio de grandes calzadas rectilíneas y elevadas: los sacbeob (plural de sacbé) o «carreteras blancas», que podían llegar a medir varias decenas de kilómetros de largo y parecen haber sido dedicadas tanto a manifestaciones religiosas como al despliegue del ceremonial. Estos caminos procesionales eran construidos y nivelados con la ayuda de pesados rodillos de piedra accionados por cuadrillas de obreros.

Todas las construcciones mayas se basan en la choza ancestral, con paredes de caña y adobe, cubierta por una techumbre de hojas de palma colocadas sobre un armazón de madera. La vivienda vernácula —perfectamente adaptada al clima tropical— se compone, en cada familia, de una o dos chozas casi siempre paralelas. Cada cabaña tiene un único espacio interno, en el que la luz entra por una puerta cuadrada, abierta sobre uno de los lados largos de la construcción. Esta puerta a veces se complementa con otra en el lado opuesto para que circule mejor el aire.
La planta es rectangular u ovalada, en cuyo caso los lados cortos de la choza son redondos, lo cual hace que las dos extremidades de la cubierta tengan forma cónica. Esta choza tradicional —que aún hoy se puede observar en las aldeas de Yucatán— se remonta al hábitat milenario de la época precolombina. No ha cambiado nada desde los albores de la sociedad maya, hace tres mil años.
Pero el interés de esta construcción, hecha con materiales perecederos, reside en el hecho de que constituye para los mayas el arquetipo de toda obra arquitectónica. En este sentido, ha ejercido una influencia considerable sobre la arquitectura pétrea, tanto por sus formas externas (con cubierta a dos aguas) como por su espacio interno. El estudio de los edificios antiguos demuestra que las construcciones de fábrica en el fondo no son más que una transposición, una «reconstrucción en piedra» de la primitiva cabaña. Ésta es la que inspira el aspecto interno de los palacios o de los templos que rematan las pirámides. Es su estructura de cañas en celosía lo que se encuentra en la fachada de los edificios. Son esas ataduras hechas con cuerdas, o incluso con lianas, sobre almohadillados de paja, que rodeaban la cabaña, las que presiden el modelado de las cornisas y jalonan los grandes frisos ornamentales de los edificios. Es la puerta cuadrada con dinteles de madera la que se abre, inalterada, en la entrada de la «recámara» de los palacios y de los templos, etc.
Así como la familia maya construye, en terreno llano, un basamento de tierra para preservar su casa de las inundaciones, frecuentes durante la estación de las lluvias, del mismo modo las construcciones de piedra se elevan por encima de unas plataformas que son cada vez más altas. Éstas, por otro lado, van aumentando a medida que reciben ampliaciones. Esta hipertrofia de los basamentos, que hacen de terraplén, alcanza dimensiones colosales en la época clásica. Pero, sea cual fuere su importancia, siempre se basa en el pequeño montículo de tierra sobre el que se levantaba la choza.
Cuando las tribus primitivas —en el período arcaico o formativo, entre 2.000 y 1.000 antes de nuestra era— construyeron los primeros conjuntos religiosos, consagrados a sus divinidades cósmicas, concibieron la morada de sus dioses del mismo modo que la choza: paredes de caña y adobe, techumbre de hojas de palma. Pero estos primeros templos se distinguen de las viviendas por la altura de las plataformas sobre las que se levantan. Estas terrazas, hechas de materiales que se habían ido acumulando a lo largo de los siglos, constituyen la base de los templos. Ensanchándolas y elevándolas, los mayas edifican inmensos pedestales de forma piramidal que soportan la casa del dios.
La costumbre de añadir nuevas plataformas por encima de las antiguas, para colocar cada vez más arriba la cella del culto, tiene dos consecuencias: obliga a los constructores a hacer, en la fachada del edificio, una escalinata axial que une el suelo con el nivel del santuario; pero también consagra un principio fundamental de la arquitectura precolombina, es decir, la llamada ley de las superposiciones.

Este principio —según el cual hay que reedificar un lugar de culto siempre en el mismo emplazamiento, y erigir sobre una pirámide antigua una construcción nueva, más importante— es una constante. Eso explica, sin duda, las dimensiones que alcanzan las pirámides mayas, que pueden llegar a tener 70 m, como para dominar mejor la selva. La superposición constituye así un sistema de crecimiento arquitectónico propio de los precolombinos. Permite a los arqueólogos encontrar, debajo de una construcción en ruinas, otra más antigua, en ocasiones perfectamente conservada.

Friso Casa de las Monjas
Sobre uno de los frisos de la Casa de las Monjas, en Uxmal, la choza tradicional maya —aquí coronada por una serpiente emblemática de dos cabezas— figura encima de una de las puertas que dan acceso a las habitaciones de este palacio formado por cuatro edificios en torno a un patio.

MONTE ALBÁN

El estado de Oaxaca fue territorio propicio para el establecimiento y desarrollo de una de las primeras ciudades ceremoniales más destacadas de Mesoamérica: Monte Albán, fundada aproximadamente en el año 300 a. de N.E. El sitio se ubica a diez kilómetros de la capital del estado, sus edificios se elevan en la cima de una montaña, a casi dos mil metros sobre el nivel del mar. Monte Albán fue una ciudad político-ceremonial cuya ubicación estratégica permitió a los zapotecas dominar el valle y sus inmediaciones: este grupo conquistó extensos territorios que tocan zonas de lo que hoy conocemos como Oaxaca, Puebla, Guerrero, Chiapas y Veracruz. De los lugares conquistados crearon una confederación de pueblos que eran gobernados por una oligarquía sacerdotal y militar.

De acuerdo con los estudios realizados por diversos investigadores sobre el estilo arquitectónico de los edificios, de las tumbas y los trabajos artesanales en cerámica y joyería, se ha determinado que la historia de Monte Albán se divide en cinco épocas desde el 500 a. de N.E. hasta 1521. Las dos culturas prehispánicas más importantes que la habitaron fueron los zapotecas —quienes realizaron la construcción íntegra del sitio— y los mixtecas. Se sabe que en las primeras épocas los zapotecas tuvieron contacto con grupos mayas de Chiapas y Guatemala, así como con la ciudad ceremonial de Teotihuacán donde incluso se formó una colonia zapoteca.

Los zapotecas creían que su dios Coqui Xee —Trece Movimiento— fue quien creó a la pareja de dioses engendradores de la raza humana. Del contacto que mantuvieron con otros grupos indígenas tomaron el culto al murciélago y lo integraron en uno de los cuatro aspectos de Copijcha —dios solar: Pitao Pecelao —Trece Mono— era el aspecto divino relacionado con la muerte y el inframundo, que los zapotecas representaban con la figura del murciélago, el búho o la calavera. Por otra parte, es notoria la influencia de la cultura teotihuacana en la decoración de los edificios, el estilo adoptado para la elaboración de piezas de cerámica y los motivos de las tumbas; de hecho, su arte funerario fue sobresaliente: construían cámaras en los patios cuya antesala era decorada con pinturas murales, mientras que a los muertos se les hacía acompañar —de acuerdo con su jerarquía— por ricas ofrendas.


Más tarde sobrevino la caída de los grandes centros urbanos, surgieron los señoríos y cacicazgos que poblaron las ciudades más pequeñas; fue entonces cuando cesó la construcción de estructuras monumentales. En la última fase, hacia el año 750 los mixtecas invadieron el sitio y dominaron a los zapotecas que quedaban, las dos culturas se fusionaron. Entonces los pobladores se dedicaron a desarrollar actividades como la agricultura y el comercio, utilizaron la escritura y el sistema de numeración zapoteca y destacaron como artistas al realizar hermosos códices, tallas en piedra, madera y el trabajo con metales y piedras. La belleza o el prestigio de los individuos era evidente por las pinturas y tatuajes que lucían en la cara y el cuerpo, así como por la forma que daban a sus dientes. Ambas culturas consideraban animales sagrados a las águilas, los búhos, las tortugas, las guacamayas y los murciélagos. Monte Albán fue escenario de este crisol cultural hasta 1521, poco antes de la llegada de los españoles.

Durante el dominio zapoteca la ciudad era conocida como Dauyacach, que significa “colina de las piedras sagradas”; y mientras que fue ocupada por los mixtecas se le llamó Yucucui que quiere decir “colina verde”. El nombre de Monte Albán lo tomó del apellido del español que después de la conquista se adueñó de aquellas tierras. Monte Albán en su máximo esplendor (entre el 500 y 800 d.C.) ocupaba una superficie de cuarenta kilómetros cuadrados y contaba con un aproximado de ochenta mil habitantes.

Fue en 1931 cuando el arqueólogo mexicano Alfonso Caso inició las excavaciones y la restauración del sitio. El trabajo se dividió en dieciocho etapas y fue concluido en 1953, veintidós años después. Monte Albán es reconocido por la armonía que logran el paisaje y su monumental arquitectura. Destacan la belleza de sus piedras talladas con representaciones de sacerdotes ricamente ataviados —ellos eran los encargados de la religión, la política y la guerra— las urnas de cerámica donde se contenían los restos humanos y que eran pintadas con la figura de un animal sagrado, así como otros motivos religiosos colocados en las casi doscientas tumbas que hasta hoy se han descubierto.

Monte Albán era también una importante necrópolis, donde los trabajos artísticos realizados en cada tumba no tenían otro fin que el de facilitar el camino a la vida que —de acuerdo con su cosmogonía— seguía después de la muerte, para ellos los muertos no habían muerto del todo, vivían de otra manera y en un lugar distinto Yobaá —El país de abajo— una especie de paraíso. Un perro era enterrado con el difunto pues, según sus creencias, el animal encontraría el camino correcto entre los intrincados mundos debajo de la tierra.

La elevada ubicación y el equilibrio arquitectónico del conjunto en general y de las edificaciones en particular, han hecho que Monte Albán sea considerado por los especialistas representante del urbanismo mesoamericano, caracterizado por el dominio de los espacios abiertos y de la utilización de elementos como escalinatas, plataformas y basamentos. Las edificaciones principales de la zona arqueológica son:

Juego de pelota: generalmente se construía dentro de los centros ceremoniales, cerca de los templos más importantes e incluía santuario y altar de sacrificio. En Monte Albán se ubica a la izquierda de la Gran Plaza : su diseño está enmarcado por dos estructuras laterales inclinadas. Una gran escultura de un chapulín —insecto común en la región— está situada en la entrada. El juego de pelota —taladzi en zapoteca— era una actividad sagrada, se practicaba para conocer el designio de los dioses y quien perdía era sacrificado a las deidades: jugar, ganar o perder, era un honor.

Sistema II: la edificación se conforma por dos cuerpos unidos, con una escalinata central, que está bordeada por dos alfardas que culminan en talud. En el área mayor hay un pequeño templo con cinco columnas al frente y otras en la parte posterior. En la base se encuentra la entrada al túnel que se comunica con el Edificio H.

Danzantes: la edificación con paredes en talud, se conforma por tres secciones; una de ellas es una galería decorada con losas talladas en las que se representan danzantes, de allí que la construcción toma ese nombre.

Edificio J o Montículo: está separado de las construcciones centrales y es una de las edificaciones más interesantes del conjunto por su forma que se asemeja a una punta de flecha. La escalinata se ubica hacia el noroeste, mientras que sus paredes están cubiertas con lápidas de piedra tallada e inscripciones. Se cree que funcionó como observatorio astronómico.

Edificios centrales G, H, I: se ubican en el centro de la Gran Plaza. En el extremo norte está el Edificio G, continúa el Edificio H, que es el más grande y tiene una escalinata donde en su base descansaba —sobre un templete— la máscara de jade del dios murciélago: Pitao Pecelao. Allí se encuentra el acceso a las tumbas y al pequeño templo que es resguardado por dos columnas en la entrada.

Palacio: es una estructura con una escalera central cuyas alfardas terminan en talud. En la parte superior hay trece cuartos agrupados alrededor de un patio central. La entrada es un dintel que fue construido recientemente como parte de los trabajos de restauración.

Plataforma sur: es una de las estructuras más grandes del conjunto, cuenta con una escalinata central y, en su parte superior, hay dos montículos desde donde se puede observar el conjunto arquitectónico en su totalidad. En su base, labradas en piedra, están estelas que narran la cronología de las guerras.

Sistema 7 Venado: se localiza doscientos cincuenta metros al norte de la Gran Plaza. Cuenta con cuatro edificaciones que apuntan a los puntos cardinales. Fue llamado así porque en los códices encontrados se habla de un gran héroe y rey llamado Venado Ocho, que llevaba una garra de tigre en una mano y era sostenido por ocho círculos colocados bajo una cabeza de venado.

Tumba número 7: las ofrendas descubiertas por Alfonso Caso en 1932 son exhibidas en el Museo Regional de Oaxaca y son consideradas “tesoro de la nación” pues, además de contener los restos de nueve personajes mixtecos inhumados, se encontraron trescientas treinta y cinco piezas arqueológicas —más de cien son joyas en oro y plata— es hasta la fecha el conjunto más espectacular y rico de orfebrería prehispánica. La tumba con base rectangular contiene en su interior una cámara, así como túneles que conectan con otros edificios.

Todas las estructuras que se encuentran alrededor de la Gran Plaza son distintas unas de otras; quizá es esta heterogeneidad arquitectónica perfectamente armónica, así como su riqueza cultural e histórica, los elementos que han hecho de Monte Albán uno de los tesoros más importantes de México y del mundo. Por ello, en 1987, la UNESCO la decretó patrimonio de la humanidad.